Transexualidad: ¿Ideología o ciencia?

Para la ciencia, la transexualidad ya no es un misterio y para la psiquiatría ya no es una «enfermedad». En este artículo trataré de describir lo que para las personas transexuales significa su transición y la disforia de género, si no la hacen: ambos puntos desde la perspectiva del conocimiento científico que actualmente poseemos sobre este tema.

Transición

No se puede transferir el cerebro de una persona transgénero al cuerpo que le corresponde porque lo que hay en él se formó hace mucho tiempo, desde antes de que naciera. Por lo tanto, no es su cabeza o la mente, la que se trata, sino el cuerpo. Se trata de adecuar este cuerpo a lo que hay dentro de la cabeza y darle forma a su rol social de manera tal, que el mismo se adapte y responda al cerebro. De esta manera una persona transgénero exterioriza lo que es, interactúa como tal en el juego de roles sociales, empieza a funcionar en la sociedad de acuerdo con su identidad, empezando una terapia hormonal o sometiéndose a procedimientos médicos y estéticos apropiados: no “cambia” sino que «recupera» su identidad.

Según el conocimiento médico moderno, la personalidad transgénero se forma ya durante la vida fetal. El cerebro de todas las personas es inicialmente «femenino» debido al cromosoma X. Si no se llevara a cabo ningún proceso durante el desarrollo fetal, todos seríamos «mujeres». Pero en la duodécima semana, la testosterona contenida en el cromosoma Y comienza a afectar al feto, y es entonces cuando el cerebro se masculiniza.

Y dado que los procesos de formación de género son complicados y la biología no funciona a la perfección, a veces puede suceder que las hormonas, los genes, los órganos reproductivos u órganos internos no se conecten con el cerebro de una manera tal que conduzca a la formación de un cuerpo compatible con la identidad del niño nacido. Y es entonces cuando el sexo que le darán los médicos después del nacimiento en función de sus genitales, no concuerda con la persona ni mental ni biológicamente. Consecuentemente nace un ser humano que, con el tiempo, sentirá que su identidad de género es diferente al género que le ha sido asignado.

Este proceso es independiente de la voluntad, la crianza, la cultura y la influencia del entorno. Las personas transgénero primero sienten que «algo no encaja» en ellos. Inicialmente, lo hacen de manera inconsciente cuando crecen y no se identifican con su género, no les gusta usar ropa característica de niñas o niños, no les gusta su apariencia ni los juegos específicos de cada género. A menudo, este desajuste es más pronunciado en la pubertad, cuando ocurren cambios en el cuerpo (la ciencia las llama “características sexuales terciarias”): los senos crecen, llega la menstruación y la voz tiene mutaciones. Estos cambios conducen al desacuerdo psicológico de una persona que no logra explicarse lo que le está sucediendo a su cuerpo.

La transición es un proceso por el que pasan las personas transgénero de acuerdo con su identidad, aunque no necesariamente esto significa que todas tienen que recorrer unos determinados e iguales pasos específicos. Se trata de un proceso individual. No hay una única transición, aunque la misma puede tener las siguientes dimensiones:

  • Social: cuando una persona transgénero revela su identidad de género en su entorno como mujer u hombre, aunque sus documentos indiquen lo contrario. Esto implica el inicio de una terapia hormonal o someterse a una cirugía.
  • Transición médica, cuando una persona quiere iniciar una terapia hormonal, gracias a la cual su cuerpo cambiará y se ajustará al género que siente, en este caso, la transición es un tratamiento de por vida. Pero también cuando se somete a tratamientos médicos que conducen a la corrección del cuerpo, ajustándolo a lo que siente por dentro.
  • Transición legal, la ordenación de los datos personales en los tribunales según el género percibido, cambio de cédula de identidad y/o el pasaporte. en los registros oficiales y otros documentos del gobierno. Esta tercera transición depende de la legislación de cada país.

Disforia de género

“Me odio, no puedo mirar algunas partes de mi cuerpo (cara, manos, senos, pene) y tengo que vivir con ellas, mi voz me da asco, ya no quiero esto, ¿soy normal? ¿Por qué debería vivir, por qué nadie me habla de manera en la que me gustaría hablasen?” se puede leer en uno de los mensajes enviados a la Fundación Empowering Children, una consultora de ayuda en la línea para niños y jóvenes fundada en 2018. Los jóvenes que llaman al número de emergencia suelen usar términos parecidos.

Por lo general, los jóvenes transgénero describen cómo se sienten en estos términos: «el cuerpo que tengo no es mío… Me siento atrapada en mi cuerpo… atrapado en mi entorno… siento falta de tolerancia y apoyo…”

Hay muchas noticias, según las cuales el bienestar de los jóvenes transgénero se dirige hacia la ansiedad, la depresión y los pensamientos suicidas. Ellos tienen una sensación de impotencia, desesperanza, falta de sentido de la vida, a menudo tienen un estado de ánimo depresivo, baja autoestima, se sienten inútiles. Hablan de ataques de pánico y autolesiones. Por lo general, esto se debe a falta de aceptación de su entorno, lo cual hace que al final ellos tampoco se aceptan a sí mismos.

Es por eso que cuando empieza la «recuperación» de la identidad por parte de una persona transgénero, cuando inicia la transición se reduce el dolor mental que la persona sentía antes de “salir del closet”, antes de comenzar la terapia hormonal o someter su cuerpo a los tratamientos médicos recomendados. Sin esto, las personas transgénero siguen experimentando disforia: el dolor del «desajuste» del cuerpo con respecto a cómo se ven a sí mismos y cómo sienten su identidad. No les gusta su voz (masculina cuando se sienten mujeres, femenina cuando se sienten hombres), rasgos faciales y el físico en general (demasiado «masculino», demasiado «femenino»), sienten extraños sus genitales y los procesos por los que pasa su cuerpo (las mutaciones de voz, la menstruación, el crecimiento de senos o ausencia de senos, el crecimiento de vello facial o su ausencia, la erección; etc.: en resumen, todo esto simplemente para ellos «no encaja».

La disforia corporal es una falta de consentimiento a lo que le sucede físicamente al cuerpo. Puede ser causado no solo por cambios que ocurren en el cuerpo durante la pubertad, sino también por el hecho de que una persona transgénero aún no se ha manifestado como tal ante sus familiares o seres queridos, así que todavía la tratan de manera inconsistente con lo que es: a un niño transgénero como una chica o una chica transgénero como un niño. Esto se conoce como disforia social.

El dolor mental también puede ser causado por la necesidad de vestirse o peinarse de manera inconsistente con la propia identidad, la necesidad de ejercitar a un niño transgénero junto con las niñas en clases de educación física y viceversa, usar el baño de hombres por una mujer transgénero y viceversa.

La disforia también puede ser causada por el hecho de que, a pesar de los esfuerzos por hacer coincidir la apariencia con el género, en una tienda o en la calle alguien se dirigirá a ellos de manera contraria a sus expectativas. Le dirá a una mujer transgénero «disculpe señor» y a un hombre transgénero «¿en qué le puedo ayudar, señor?».

Se puede definir la disforia como un estado de angustia o incomodidad constante caracterizado por la tenacidad y la persistencia que resulta de experimentar discrepancias entre cómo se siente una persona y cómo es socialmente reconocida.

La disforia es el sufrimiento de una discordancia corporal que está completamente mal sincronizada con el sentir de la persona. Podemos imaginar una situación en la que una persona se despierta con barba, voz baja, midiendo dos metros, calzando cuarenta y cinco, con genitales masculinos, y sin embargo se siente una mujer. Fácilmente tal estado resultaría en un sentimiento de sufrimiento extremo y permanente.

Basado en la entrevista con el siquiatra y sexólogo Dr. Maciej Klimarczyk (http://www.psychiatrabydgoszcz.pl/)

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