Cómo Polonia comunista cambió pacíficamente su sistema político: Entrevista con el Monseñor Bronisław Dembowski

17 de junio de 2002 realicé esta entrevista con el obispo polaco Monseñor Bronisław Dembowski, en el marco del Doctorado en la Sociedad de la Información y el Conocimiento de la Universidad Abierta de Catalunya, que en aquel entonces, obispo de la diócesis de Włocławek (República de Polonia). El monseñor tiene una biografía interesante: Nació el 02 de octubre de 1927 en Komorów (Polonia) y murió en noviembre de 22019.  Durante la Segunda Guerra Mundial participó activamente en la resistencia en el Ejército polaco. En 1942 fueron fusiladas su hermana y su madre en el campo de concentración de mujeres en Ravensbrick. Estudió filosofía en la Universidad de Varsovia y, luego de recibirse de sacerdote, se doctoró en la Universidad Católica de Lublin. Enseñó Historia de la Filosofía en la Academia de la Teología Católica y en el Seminario Metropolitano de Varsovia. En 1988 y 1989 medió en las conversaciones de la “Mesa Redonda”, como representante de la Iglesia Católica, entre el Partido Comunista Polaco y la oposición aglutinada en el sindicado “Solidaridad” liderado por Lech Wałęsa, conversaciones que terminaron luego con un pacífico cambio del sistema comunista en democrático: precisamente sobre estos acontecimientos que culminaron con al cambio del sistema político de Polonia, versa mi entrevista.

Las conversaciones de la “Mesa Redonda” fueron precedidas y preparadas por los encuentros de Magdalenka, en los cuales Usted participó como representante de la Iglesia. ¿Cómo se llegaron a realizar estas conversaciones?

Diría que la actitud generalizada de la sociedad polaca despertada por la “Solidaridad” en el año 1980, enriquecida por la enseñanza de Juan Pablo II, del Primado de Polonia, de los obispos y sacerdotes empezó a dar sus frutos. Influyeron también los cambios en la política internacional, especialmente, en la ex – Unión Soviética. En los círculos que ostentaban el poder se llegaba a la conclusión que había que conversar con la sociedad y con sus representantes incuestionables. Pero la pregunta era: ¿cómo? El estado de sitio llevó a la sociedad a un punto muerto: a un conflicto abierto entre los gobernantes y el resto de la sociedad. Recuerdo que en diciembre de 1981 pensé en un cuadro horroroso: escuché un cuento sobre los cazadores y los ciervos; dos de estos últimos emprendieron una lucha feroz y tanto se enredaron con sus cuernos que no pudieron más separarse y murieron de hambre. Así veía yo la situación de Polonia de aquel entonces. Sin embargo, la sociedad empezó a funcionar: se escuchaban voces que el diálogo habría que iniciarse. La función mediadora de la Iglesia, resultó entonces decisiva: el general (1) no podía conversar con Lech Wałęsa sin la presencia de algún mediador, ni tampoco Wałęsa estaba dispuesto hacerlo con los representantes del gobierno, sin alguna mediación seria. Entonces, el arzobispo Dąbrowski los invitó a un lugar neutro: a su casa parroquial en Magdalenka; así se iniciaron estas conversaciones.

Luego, el 12 de septiembre, el Primado de Polonia me pidió para que asistiera en ellas. Cuando acepté, el Cardinal me dijo: “¿Y no preguntas por las instrucciones?” Algo ruborizado respondí que desde luego, las esperaba. Entonces escuché estas palabras dichas con mucha seriedad: “La instrucción hay una sola: haz todo lo posible, para que esta primera conversación no sea la última”.

¿Cuál fue el principal objeto de discusión en las primeras conversaciones en Magdalenka?

La primera conversación se realizó el 16 de septiembre de 1988 y el tema principal fue la legalización del sindicado “Solidaridad”. Los debates se prolongaban por mucho tiempo y fueron muy difíciles. Parecía que el punto muerto, al cual se llegó, postergaría el encuentro de la “Mesa Redonda” por un tiempo indefinido. Sólo pude rezar para que este primer encuentro no sea el último. La discusión sobre el comunicado final duró ya más de cuatro horas, entonces tomé la palabra y propuse dos cosas: primero, una frase introductoria neutra del comunicado que fue aceptada fácilmente por ambas partes y, en segundo lugar, propuse el receso para la cena so pretexto de no desperdiciar los dones divinos y no hacer afrenta al cocinero. Mi propuesta fue aceptada. Después de la cena, si bien aún se debatía el comunicado, pero clima que se creó fue decididamente mucho más favorable para el diálogo. Finalmente, se encontró una fórmula para el comunicado, el cual daba a entender que hubo un acercamiento entre las partes y que las conversaciones iban a continuar. Para muchos de los periodistas el comunicado realmente no decía nada pero, para mí, contenía lo más importante: que las conversaciones continuarían y, lo más importante, que la “Solidaridad” de facto fue reconocida como parte en el futuro diálogo en la “Mesa Redonda”, donde se iban a discutir no solamente las cuestiones sindicales sino también los problemas fundamentales sobre el futuro desarrollo del país y de la vida pública.

¿Cuál fue la principal función suya y de los otros representantes oficiales de la Iglesia en estas conversaciones?

Resulta que la sociedad polaca requería credenciales de las partes. Si Lech Wałęsa conversaría a solas con el general Kiszczak estaría desacreditado delante de la opinión pública, mientras que Kiszczak estaría igualmente desacreditado para los miembros del Partido Comunista. De modo que la presencia del clero fue necesaria para la sociedad polaca de aquel entonces. Nuestra función principal fue dar credibilidad a ambas partes. Luego del primer encuentro en Magdalenka le dije al Primado que eso era bastante peligroso para la Iglesia; me respondió: “Sí, muy peligroso pero tenemos que enfrentar este reto – para el bien de Polonia”

El segundo encuentro en Magdalenka fue más fructífero que el primero. ¿A qué conclusiones se llegaron?

Por segunda vez participé en un encuentro de trabajo en Magdalenka el 29 de marzo de 1989 ya luego de inaugurarse las conversaciones de la “Mesa Redonda”. Se acordó que el futuro Parlamento tendría dos Cámaras: Sejm y Senat (2). Se concertó también que la Solidaridad tendría, a lo sumo, el 35 % en la primera de ellas y que podría tener hasta el 100 % en la segunda. De esta manera, el principal debate se centró en la cuestión de con qué mayoría la Cámara Alta (Sejm) tendría la posibilidad de rechazar el veto de la Cámara Baja (Senat). Los representantes del Partido Comunista exigían las tres quintas partes; eso significaba, que con los 65 % de los parlamentarios de dicho partido se aseguraba la posibilidad de forzar y legislar cualquier ley y resolución. “Solidaridad” proponía dos terceras partes, cosa que el gobierno rechazaba argumentando abiertamente que así podría perder el control en la Cámara Alta (Sejm).

La otra cuestión debatida en este segundo encuentro fue la “Comisión Arregladora” que estaría encargada de juzgar los eventuales conflictos de las futuras elecciones libres. La misma se conformaría de 30 miembros y dos observadores de la Iglesia (luego me enteré que yo sería uno de ellos).

Durante estas segundas conversaciones se debatía también sobre el derecho de asociaciones.

¿Cómo calificaría Usted los efectos de las conversaciones de la mesa redonda?

Creo que las conversaciones fueron necesarias y su misma realización considero como el principal éxito. Pienso que las decisiones políticas, económicas y sociales dependen de la postura moral del ser humano, el cual decide independientemente de su orientación política. Las personas que se sentaron en la “Mesa Redonda” no tuvieron antes oportunidad alguna para encontrase, para intercambiar posiciones y opiniones. Me parece que ahí empezó el proceso de comunicación entre personas de muy diferentes orientaciones. Yo compararía esto con lo que sucedió dentro del cristianismo, a saber, con el movimiento ecuménico. Hace 30 años yo jamás me reunía, por ejemplo, con los protestantes; hoy los conozco bien y muchos de ellos son mis amigos. Les tengo mucha confianza y sólo sé que estamos en diferentes Iglesias. De la misma manera nace la confianza entre las personas que, en un principio, se perciben mutuamente como extraños. Las conversaciones de la “Mesa Redonda”, hablando sintéticamente, no cerraron ninguna puerta, no eliminaron esperanza alguna. Demostraron que, a pesar de todo, algo podemos hacer juntos.

Sin embargo, para muchos, sentarse a negociar con el Partido Comunista significaba traicionar los ideales de la lucha. ¿Cree Monseñor que la elección entre la lucha y la negociación fue un problema estratégico o ético?

Mi padre fue el legionario de Piłsudski (3) y voluntario en 1920 en la guerra contra los bolcheviques (4). Enseñaba a sus hijos que la guerra era una necesidad: “La Patria nos necesita”, decía. “Yo fui voluntario en 1920 no por voluntad sino por necesidad”, agregaba. Yo también fui voluntario para luchar con el rifle en la mano con el ocupante alemán en los bosques de Opole. Para mí, si la elección entre la lucha armada y la negociación es posible, siempre optaría por la negociación como una elección moral. Así que este tipo de elección siempre tendrá connotaciones éticas. Ahora bien: ¿es ésta también una opción estratégica? Pienso que la elección moral coherente se constituye también, a la larga, en una elección correcta estratégicamente. Nuestros amigos, los rusos, tienen un dicho que afirma que “Con la mentira puedes recorrer el mundo entero, pero no puedes volver a casa”. Lástima que no todos se acuerdan de esto.

Monseñor, muchas gracias por la entrevista.


NOTAS

(1) Kiszczak, Czeslaw: General y miembro del Partido Comunista Polaco. Entre 1981 y 1990 Ministro del Interior. Participó en la preparación e implementación del estado de sitio. Indicado como principal responsable de la masacre de los mineros de la mina “Wujek” en Silesia Alta. Principal representante del Partido Comunista en las conversaciones de la “Mesa Redonda”.

(2) Equivalente a la Cámara Alta y Baja, respectivamente.

(3) Mariscal Piłsudski (1867-1935): político, luchador por la Independencia de Polonia, fundador de las Legiones Polacas (1914) agrupaciones militares formadas con el permiso de Napoleón en el extranjero para la lucha por la Independencia.

(4) Guerra entre Polonia y Rusia bolchevique (1919-1920) culminada satisfactoriamente para Polonia con la firma de Tratado de Paz en Riga.

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