
Hay muy pocas preguntas dentro de la física moderna que trascendieron tanto las fronteras de este campo y polarizaron las opiniones de los científicos de manera tan intensa, como ésta que indaga sobre los universos múltiples. De hecho, gran parte de los astrofísicos o físicos teóricos, probablemente la mayoría de ellos, no querrá entrar en esta discusión ni intentará responder esta pregunta, alegando que la temática excede el dominio del campo de la naturaleza y tiene el carácter más bien filosófico o, hasta si se quiere, religioso.
Otra grupo de científicos acepta estas especulaciones sobre la posibilidad de la existencia de un multiuniverso, y considera que a la ciencia le hacen bien hasta las ideas muy extravagantes; alegan, por ejemplo, que hace un poco más de 100 años la idea de una partícula cuántica también parecía una idea muy curiosa. Y finalmente, hay también científicos que defienden la teoría de los universos múltiples, arguyendo que no existe, hasta el momento, una explicación mejor de los misterios fundamentales de la naturaleza, y los que se reúsan a entrar en estos debates muestran –según ellos- un acto de cobardía intelectual.
Existen varias teorías que presuponen la existencia de los universos múltiples. El autor de una de ellas es el físico norteamericano de ascendencia rusa Andrei Linde. Su idea de la llamada inflación caótica afirma, entre otras cosas, que la expansión del universo es tanto eterna como no homogénea. Es decir algunas de las esferas del espacio se inflan, por decirlo así, más rápido qué otras, creando de esta manera, unos universos dentro del universo. Cómo efecto, todo aquel multiuniverso que abarca aquellos “globos” más pequeños, podría compararse con un coliflor, lo cual en categorías matemáticas se llama estructura de fracciones.
Por otro lado tenemos a Lee Smolin, un americano que trabaja en Canadá y es autor de la teoría de la selección natural cósmica: él sugiere que los universos jóvenes nacen dentro de los agujeros negros. Algunos de ellos se expanden y, si las condiciones son favorables para la aparición en su interior de sus propios agujeros negros, entonces aparece su “descendencia”: una siguiente generación del universo surgido dentro de un agujero negro que a su vez va generado agujeros negros y así sucesivamente ad infinitum.
Por otro lado, está Roger Penrose, quizá el más conocido y respetado físico en la actualidad, aunque muchas veces también algo polémico y criticado. Este científico británico de Oxford está investigando actualmente una teoría según la cual, si bien es cierto que el universo es uno solo, sin embargo pasa por diferentes “encarnaciones”. Cuándo llega a ser realmente viejo, frío y vacío, de alguna manera pierde la sensación del tiempo, resetea su sus ajustes y empieza la siguiente escena, el siguiente episodio de un universo nuevo.
Dentro de esta temática también se puede mencionar a dos autores que trabajan en conjunto: Paul Steinhardt de la Universidad de Princeton y Neil Turok, hoy en día ya jefe emérito del Perimeter Institute de Canadá. Entre ambos elaboraron una teoría del universo cíclico (en este sentido es parecida a la de Penrose) que postula la posibilidad de que todo, incluyendo los objetos materiales, las partículas elementales y las influencias que las mismas ejercen, se encuentra en una gigantesca brana, un hipotético objeto cosmológico, cuya existencia está prevista por la teoría de las cuerdas. Según esta teoría, existirían dos de estas gigantescas branas que actúan una sobre la otra y, de manera cíclica chocan entre sí, generando un episodio que hoy en día conocemos como la Gran Explosión. Durante este choque aparece la materia caliente y la radiación, después de lo cual el universo atrapado dentro de la brana evoluciona, se enfría y todo el proceso ocurre otra vez: las branas se acercan y terminan chocando.
A primera vista estas teorías podrían parecer algo insólitas o inverosímiles, pero en realidad no es así. En primer lugar, porque no se trata de puros ejercicios escapistas sino que son intentos de encontrar la respuesta a cuestiones absolutamente fundamentales de la ciencia moderna. Linde, Steinhardt y Turok tratan de explicar cómo nació este universo observable tan extremadamente homogéneo, ¿por qué el espacio es plano, aunque podría ser curvo, y de dónde aparecieron en el universo temprano las arrugas de espacio tiempo que dieron origen a las galaxias. Smolin está buscando una respuesta de por qué las leyes de la naturaleza tomaron una forma tal como la conocemos y no otra. Penrose, por su parte, trata de explicar el misterio de la llamada entropía (la medida del desorden) con su valor máximo valor ocurrido en la Gran Explosión que, a pesar de esto, como todo parece indicar, siguió y sigue creciendo, aunque esto parezca imposible.
Lo más importante, sin embargo, consiste en que todas estas teorías son verificables mediante la observación detenida y cuidadosa del cielo, estudiando las masas de las estrellas de neutrones, registrando los ligeros cambios en la radiación de microondas de fondo y otros efectos de las ondas gravitacionales. Solamente se necesita de unos instrumentos más sensibles de los que poseemos actualmente. La mayoría de estas teorías de los universos múltiples cumple, por tanto, al menos algunos de los criterios que validan las teorías para que éstas sean consideradas científicas.
Probablemente la teoría más espectacular y también más intrigante sobre las realidades paralelas es la que no está directamente relacionada con la cosmología (al menos no es necesario que lo sea). Se trata del resultado de una disputa que ha estado ocurriendo durante un siglo en la comunidad de los físicos cuánticos.
La física cuántica parece extremadamente contraria a la intuición. Si la miramos de manera habitual, está llena de paradojas: las partículas fundamentales tienen propiedades indefinidas, están ubicadas en muchos lugares a la vez y, a veces cuando están separadas, se comportan como si fueran una sola entidad, a pesar de que están separados por un ancho tan grande como toda la galaxia. Y hay aún más: la convencional interpretación de la mecánica cuántica (llamada de Copenhague) le asigna un papel inexplicablemente importante a la conciencia humana. En cierto sentido parece ser que, de alguna manera, es la conciencia del observador que decide cuáles son los resultados de los experimentos realizados con los objetos del micromundo.
Una explicación alternativa a estas paradojas fue propuesta por un estadounidense de nombre Hugh Everett III, pero cuando la anunció en la década de 1970 no encontró muchos seguidores. Según él, el universo se bifurca literalmente en cada momento para formar, de esta manera, historias paralelas donde todo lo que puede pasar está realmente pasando pero en un universo paralelo. Como resultado -al aceptar este presupuesto- las paradojas de la física cuántica desaparecerían y la conciencia dejaría de distorsionar los resultados de los experimentos. Los defensores de este multiverso cuántico dicen que ésta es la única teoría que asume toda la responsabilidad por las consecuencias derivadas del significado que tiene la teoría de la mecánica cuántica, que se inició a principios del siglo XX. Ellos afirman que no quieren esconderse detrás de las fórmulas bien elaboradas y las ecuaciones matemáticas. Consideran que el universo es más complejo de lo que nos pareció. Sin embargo, uno de los grandes problemas aquí consiste en que esta teoría es difícil de confirmar o refutar experimentalmente –al menos de la manera en la que tradicionalmente se entiende la verificación.
Estas son algunas de las hipótesis concernientes a los universos múltiples. Su número va creciendo continuamente. La situación es tal que todavía no tenemos una certeza absoluta sobre si hay más artículos y libros dedicados a estos universos que estos universos mismos.